Esto en cuanto a los mamarrachos más inmediatos de la escritura; de sus obras consideradas en su conjunto se deduce una mayor o menor sordera para los elementos eufónicos del idioma, el ritmo parcial y el general, y esta paradoja irritante: a pesar de estar escritas con un idioma siniestramente empobrecido por la incultura y la consiguiente parvedad del vocabulario, casi siempre sobran palabras en cada frase. Decir poco con mucho parece una constante de este tipo de escritor.
Así resumía Julio Cortázar en su ensayo No hay peor sordo que el que (La vuelta al día en ochenta mundos) su opinión sobre el grueso de la producción de sus contemporáneos rioplatenses. Y aunque los afrancesados seamos terribles, señora, aquí en París suelo leer una cantidad considerable de material rioplatense contemporáneo. Es algo que de un buen tiempo a esta parte me ha ocupado aunque la expectativa, tras ver que cincuenta y cinco años más tarde la realidad persiste en confirmar las observaciones de Cortázar, ya puede imaginarse.