Oso de trapo. Horacio Cavallo


Oso de trapo es una novela hermosa. A ese rasgo estético se le suma uno de orfebrería: la novela tiene una construcción sumamente cuidada e inteligente. Los capítulos cortos, donde nada sobra, le permiten a Horacio Cavallo entrelazar con firmeza las diferentes historias.

Con admiración destaco dos pilares del montaje de esta novela: la prosa de Lucien y la voz del niño. Hay otros (e.g. ese personaje de María que comienza tibio y va ganando textura, desenfado, cuerpo), pero estos dos me parecen los más sobresalientes.

Quien lo haya intentado sabe cuán difícil es lograr hacer hablar a un niño de manera verosímil e interesante al mismo tiempo. En un exceso de rigor (que la misma novela plantea en un momento de intertextualidad), se le podría discutir a Cavallo algún vocablo o cierto uso del gerundio. Me parece, sin embargo, un regateo de dudosa pertinencia a la vista del resultado logrado. La voz del niño está llena de pájaros y sombras, de lunas que pueblan cielos inaccesibles, de maravillas que no tienen nada que envidiar a poemas de versos como la primavera caminó al mercado entre panaderías y palomas. Es en la voz del niño donde se puede calibrar con mayor precisión hasta qué punto Cavallo es poeta. Un gran poeta.

Tres características permiten ubicar de manera natural esta novela en un registro onettiano: los temas que aborda, el ritmo de la narración, la excelente prosa. Con placer confirmo lo que había apuntado hace un tiempo, en relación a un cuento de Cavallo. Sin arruinar la trama, se puede decir que son tres muñequitas rusas que calzan a la perfección, imagen que honra además el título de la novela. Mencionar La vida breve sería, si bien válido, caer en el gesto fácil, por cuanto no lo haré.

No todos los días me sucede algo así con una novela, algo vinculado con el epígrafe de Unamuno que vigila este espacio desde lo alto. Intento rememorar la última vez que sentí algo similar. Reviso las notas apuntadas aquí, miro en las bibliotecas los últimos libros que leí o releí y no apunté, y me doy cuenta de que caigo en una relectura veraniega de Los adioses (vaya coincidencia), que datará de julio-agosto de 2010. 

Después de pensarlo un buen rato, y con un más que razonable conocimiento del contexto y la cultura locales, me quedo convencido de que es un libro que, por su temática y factura, se apreciaría muchísimo en el ambiente francés.

– o O o –
Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

21 comentarios:

sokon m dijo...

Le cuento un secreto. Para hacer hablar un niño, lo más práctico es preguntarle algo. Seguramente se entusiasme y hable un largo rato.

Me gustaría sugerirle un autor sobre el que me gustaría leer acá. Estoy seguro que algún libro de este hombre puede conseguir en esas mesas de saldos que usted conoce en París. http://lagrandestef.over-blog.com/article-l-ecole-des-monstres-de-marc-agapit-71426569.html

Yo mismo, en una de Tristán Narvaja, encontré El desfile de los muertos vivientes, de dicho autor, y me cautivó por completo.

En un tema relacionado, Cavallo tiene un gran mérito al haber logrado esa admiración que usted manifiesta. Aunque a mi en lo personal no me interesan las panaderías, las palomas o los mercados por sí mismos, casi me está convenciendo de comprar y leer ese Oso de trapo!

Javier Couto dijo...

Sin duda. El problema es que lo que el niño diga sea interesante y digno de captar la atención de un lector. Le agradezco la sugerencia, sokón, tomo nota (usted me lleva invariablemente a la SF :-)) y lo conseguiré a la brevedad (justo vuelvo de Saint Michel, podría haber ido al Gibert).

Es el segundo libro que me recomiendan últimamente. El otro es El maestro y Margarita, de Bulgakov, con una historia de publicación póstuma muy buena, que conocí gracias a Vanesa Lococo. Lo pedí por Amazon junto a otros (cada vez se consiguen más cosas en español en amazon.fr).

Con respecto a Cavallo, vuelvo de tomar un café con un amigo escritor mexicano. Le dije que si esa novela me la "vendían" como un inédito de Onetti, yo lo creía. Le recomiendo fuertemente Oso de trapo. Con respecto a las panaderías y palomas, imagínese palomas mutantes que surgen de un pueblo abandonado y conquistan con indiferencia el mundo, panes que se convierten en sapos con tres lenguas.. No, ¡es broma, sokon! Es una referencia al gran poema El pueblo, de Neruda, a la parte que más me gusta, que completa dice:

hizo el pan con sus manos
movilizó los trenes
se poblaron de pueblos las distancias
otros hombres crecieron
llegaron las abejas
y porque el hombre crea y multiplica
la primavera caminó al mercado
entre panaderías y palomas


Siempre me resultó hermoso. Escúchelo recitado por Zitarrosa. Vale la pena.

Horacio Cavallo dijo...

Muchas gracias, Javier. Una alegría enorme me provoca lo que decís de oso de trapo. disfruté mucho la escritura de esa novela y vuelve el disfrute cuando eso es compartido por los lectores, y en tu caso, por un lector ávido (y muy buen escritor) que no se conforma así nomás. Creo que exageraste un poco con eso de que podía pasar por inédito de Onetti, pero bueno, creo que ahí juega lo bien que la pasamos tomando rico vino en Montevideo. :)
Sokon: se puede leer una gran parte en Google Books y entonces ver si valen la pena los panaderos y los niños.
saludos

Javier Couto dijo...

Vino y oporto :-) Por lo demás, las hipérboles tienden a indigestarme, además de estar ferozmente condenadas en los terrenos por los que suelo moverme. Tengo la suerte de no seguir agendas, de no tener que leer un libro como quien come un plato de arroz insulso, para luego escribir una reseña por dinero. En una vaga evocación de Pareto, anoto aquí el veinte por ciento de lo que me cae en las manos. Abandono mucho. Me aburro fácil. Tengo problemas con la ciencia ficción, y ni hablemos de mis prejuicios. Por eso aprovecho cuando tengo la suerte de leer un libro tan bueno.

sokon m dijo...

El suyo es un problema terminológico, Jahey. Descarte esa clasificación obsoleta de ciencia ficción y adopte el término ficción rara.

Fijese en este diálogo:

-Ayer leí un libro maravilloso!
-De qué genero?
-Hmmm. Era de papel, no de tela.
-Me refiero a qué genero literario -con algo de malhumor.
-Era ficción. Rara. Ficción rara.

El desconcierto de su interlocutor solamente podrá ser seguido por un trago de una copa de vino (u oporto). Además, la rareza de la ficción habrá traspasado la frontera instalándose entre ustedes, en el mundo real.

En un tema relacionado, El desfile de los muertos vivientes decae a partir de la mitad. ¡Los finales son difíciles! Y este en particular incluye algunas de esas -metafóricas- palomas mutantes y sapos con tres lenguas. Eso no le resta el efecto espectral a ciertos momentos iniciales.

Cualquier trabajo es digno. Y si se hace con amor, es un trabajo que devuelve amor.

Sobre el arroz: hay gente que vive con unos granos diarios, por necesidad. Hay ascetas que eligen vivir con unos granos de arroz. Hay gente que adora el arroz y otra que trabaja plantándolo. En japonés o chino, no lo recuerdo, 'buenos días' es otra forma de decir 'ya comió arroz hoy?'. La comida es insulsa cuando no hay hambre.

Horacio: Horacio. No soy su lector. Lo que leí en algún blog y en google books me lo confirmaron. Le deseo todos los éxitos y doy por descontada la calidad de su obra a partir de los elogiosos comentarios de Jahey, de cuyo criterio y lucidez no tengo dudas. Pero, respetuosamente, no soy su lector.

Javier Couto dijo...

Sobre el arroz, trabajo y afines, por supuesto. Y quiero creer que la diferencia entre respeto y gusto sigue vigente.

En cuanto a la ciencia ficción, siento que toco una fibra muy sensible, sokón. Le acepto la copa, defíname ficción rara.

Para que me entienda un poco más, vinculado a un intercambio en el que hablábamos de investigación y literatura y que giraba más o menos en torno al rigor, le cuento una anécdota. Cuando empezaba el segundo año de doctorado, ante la insistencia de mi director decidí enviar un artículo a una conferencia importante en procesamiento de lenguaje natural (supongo que era ACL o COLING). Yo empezaba, por cuanto todo estaba muy verde. La trompada fue antológica. Los dos reviewers demolieron mi propuesta. Uno de ellos se permitió listarme los trabajos que debería conocer (de seguro algunos eran de él mismo, pero no lo sé porque el peer review suele ser blind). Por esa época no tenía el desapego de hoy, así que me tocó bastante, pero con el tiempo me dejó una lección fundamental: la del rigor. Los tipos tenían razón, el trabajo estaba verde y a mí me faltaba bibliografía, y el tiempo y la exigencia me llevaron a publicar en esas y otras conferencias, y a estar después del otro lado del mostrador, evaluando trabajos.

Cuando leo literatura no puedo evitar hacerlo con el mismo espíritu crítico con el que leo un paper, una tesis, el trabajo de un estudiante. Eso hace que cuando usted escribe "la comida es insulsa cuando no hay hambre" yo piense que no deja de ser una formulación ingeniosa, con ecos new age y moralizantes, pero falaz: comerse un plato de arroz insípido no le da gusto al arroz, le saca el hambre a alguien (el centro queda servido, sokón: lo insípido como percepción o como condición objetiva verificable).

z dijo...

Trato de entender, pero no puedo, qué significa lo insípido (o sabroso) como condici´no objetiva verificable. ¿Se refiere a esas personas que trabajan de gustadores en la industria alimenticia?

Z dijo...

No he tenido la circunstancia de leer la obra de Horacio Cavallo, pero bueno, si es parecido a leer la de Onetti, supongo que ya, más o menos, es como si la hubiera leído.

Javier Couto dijo...

Insípido en tanto sin gusto. Es decir que se define una unidad de medida para el gusto y un umbral por debajo del cual algo cae en la categoría "sin gusto". Por supuesto, se cuenta con un instrumento para medir el gusto de algo. Esto deja otro centro servido: la definición del umbral es objetiva. Tome una población representativa, asuma una distribución, sírvales platos de arroz...

Con respecto al otro comentario, sería como privarse de leer a Bioy porque ya leyó a Buzzati (o viceversa). Ejemplificar en pintura sería más fácil todavía.

Zeta dijo...

Como no leí a Buzzati, leo a Bioy. Y no me gusta.
(Está todo bien con el amigo HC, era nomás para polemizar un poco :)

Con respecto a la comida me sorprende que pueda siquiera imaginar que la comida tiene algún sabor. La comida no tiene sabor, el sabor, en todo caso, lo tiene usted, de ahí a que es subjetivo por definición, casi que no hay un paso.

Javier Couto dijo...

Me imaginaba :-)

Cómo es eso de que "el sabor lo tiene usted" (buen jingle para una soda). Si lo sigo, los objetos no tienen ni formas ni colores, las tengo yo porque los percibo (dejemos a Berkeley en paz, le anticipo). ¿Va por ahí?

Zeta dijo...

No no no. No vamos a recurrir a Berkeley. Es recurso es extremo; sólo se aplica a situaciones desesperadas, discusiones casi perdidas con rotundidad, y cosas así.

Sabía que me iba a salir con la forma y el color. En todo caso, si quiere, vamos a empezar al revés: ¿por qué le parece a usted que una cosa puede tener "sabor"? Usted diría que "una cama tiene buen descanso"?

A lo que voy es que objetivar tiene un costo muy grande. Es un sacrificio de lo más precioso. Sólo justificable con una buena, muy buena, razón. Y, sin embargo, parece que temiéramos lo subjetivo casi tanto como al vacío. Piénselo la próxima vez que coma arroz. El sabor lo tienen usted y el arroz. Los dos son un dúo imbatible. Es como el trapecista que hace el doble giro en el aire y queda enganchado en las piernas de otro trapecista pendular. Es como ese trapecista cuando el otro no está. Usted es el que salta. El otro es el arroz.

Pruébelo, comasé un arrocito esta noche y mancomúnese con él. No puede ser espectador de la obra en la que es protagonista.

z dijo...

Discúlpemé, me cambiaron la medicación y todavía padezco los efectos secundarios...

Javier Couto dijo...

No como arroz.

Javier Couto dijo...

Lo de si la cama tiene buen descanso habría que verlo un poco (y preguntarle a ella, claro).

Lo del sabor como intercambio, por qué no... Una especie de Batman y Robin culinarios. Ahora, lo del trapecista, con el arroz en la vuelta y yo saltando (¿quién fue el cretino que puso tan alto el plato de arroz?), requiere una explicación más detallada.

Su última frase está para un refrán publicitario, le aseguro. Con esa y la del sabor lo tiene usted, puede ir cambiando de rubro.

sokon m dijo...

15 posts! que lo parió! ni bien pueda los leo y contesto algo, con la misma falta de rigor de siempre, que me caracteriza :-)

Javier Couto dijo...

En lo personal sus salidas me fascinan (siempre me he preguntado qué fuma usted en su trabajo). Ahora bien, habrá que sudar para superar esa del trapecio y el arroz...

sokon m dijo...

El tema del respeto y del gusto, que obviamente comparto, no siempre está tan claro y por eso enfatizaba que respeto mucho a Cavallo por diversas razones, no siendo la menor de ellas la calidad de su trabajo. Por otra parte, siento la obligación moral de reconocer, sin faltarle el respeto por ello, que su obra no me interesa. Aun.

El rigor está bien en un trabajo científico. De otras conversaciones, recordarás que yo distingo entre ese tipo de tarea y la creación de ficciones.

Digamos que en el entretenimiento también hay un trabajo científico o, acaso, de ingeniería. Si se puede cuantificar de alguan manera, medir la capacidad de atraer a una persona, entonces sería notable manejar esas técnicas. Pienso en 24 o en la serie Sherlock Holmes de la BBC.

Pero la escritura de ficción, al menos para mi, tiene algo que es bueno dejar sin clasificar, sin nombrar, sin medir, una inmensa oscuridad sin forma, infinitos grados de libertad.

Naturalmente, estoy exagerando. Yo mismo encuentro irritantes propuestas vanguardistas o que se llaman a si mismas vanguardistas.

Las taxonomías, vitales al trabajo científico, no siento que aporten a la escritura de ficción. Como dije, exagero un poco. De ahí que adopte la frase 'ficción rara' para distinguirla de 'ficción normal'. La ficción rara es, claramente, una traducción de weird fiction que es como describía HPL lo que hacía.

Fijese que la lectura no es lo mismo que la evaluación de lo leído. Algunos, supongo que entre ellos usted, piensan que las dos cosas discurren en forma paralela. Yo, que no estoy tan seguro, aprovecho toda oportunidad que tengo -en cuanto a ficción- para cultivar una lectura ingenua, y, en todo caso, si aprendo de ese modo algo del oficio, que sea por ósmosis.

Evaluar un trabajo tiene un lugar, pero en algún momento uno tiene que ser el que sea capaz de evaluar el propio trabajo con los propios parámetros. Ojo, lo que digo es una cosa y la megalomanía es otra. Pero lo mismo que la autoridad del psicoanalista se funda en sí mismo, por lo que Lacan rompió con Freud para ser más freudiano, por eso mismo uno puede elegir lo que escribir en total libertad. Libertad de patrones externos. (Que conste que es un ejemplo didáctico nomás, yo favorezco la psicología científica. Esto es: la cognitivo conductual y sus derivados empíricos y racionales).

Obviamente esto no aplica en una comunicación científica. Como no aplica un trabajo bibliográfico en una obra de ficción, aunque lo he visto, por ejemplo en Eaters of the Dead de Michael Crichton, que lista entre sus fuentes una edición del Necronomicón.

La idea atrás de la frase 'La comida es insulsa cuando no hay hambre' es una extrapolación de la pirámide de Maslow. El agua es incolora, no tiene sabor ni olor. No por eso deja de ser lo más dulce que existe cuando uno tiene sed. Yo, al arroz le pongo perejil. ¡Viva la diversidad!

Javier Couto dijo...

Sí, recuerdo que lo distinguís y que lo vivimos diferente: vos lo ves como un ejercicio que te libera y yo más bien como una búsqueda. Pienso ahora en otra cosa, Ravalec dice en alguno de sus libros que desde que escribe perdió el gusto por la lectura: cuando lee algo, no puede evitar ver los hilos o trucos (les ficelles). Creo que hay algo de eso también, algo que hace que me cueste mucho leer sin evaluar al mismo tiempo. No pienso que ocurran en paralelo para todo el mundo, me consta que no es así (y me alegra), pero no puedo evitarlo. Cuando de niño leí "La vida de los Maestros", se lo conté a mis amigos como si fuera real. La indiferencia fue unánime porque mis amistades de infancia, salvo una, lo más elaborado que leían eran las revistas del Tony. Hoy leo a alguien que critica -con razón- a una importante fuente de cultura en Uruguay por escribir mal la información que publica, y no logro evitar ver que a tildes le atribuye género masculino. No sé si es bueno o malo, sano o no, útil y necesario en el bolsillo y/o la cartera de, pero es.

Lo de las técnicas, existen y no son tan complicadas, las enseñan en cualquier taller literario para novelistas. No van mucho más allá del sentido común, para mi gusto.

Concuerdo con lo de las taxonomías, sin embargo el hecho de dividir la ficción en al menos dos clases (para mejor mutuamente excluyentes), ya te crea una taxonomía. El árbol te queda más bien un arbustito, chaparro como la fauna patria, pero igual.

Lo de evaluarse a uno mismo y la libertad... Me quedo con algo que me dijo Leandro Delgado hace poco, que me pareció admirable: yo escribo para que me guste a mí. Y me pareció admirable porque fue sincero, me quedó claro que no era una impostura.

El arroz con gustos puede quedar muy bueno. Sin diversidad no estaríamos intercambiando nada, por redundante. Lo del respeto no tenés ni que aclararlo.

sokon m dijo...

Acabo de aprender que son las tildes.

Hablando de diversidad, está bueno tener una camada de escritores interesantes y variados como Leandro, como Agustín Acevedo Kanopa, como Horacio Cavallo, como Ramiro Sanchís, como Z y, obviamente, como usted mismo Jahey. Hay un montón más y unos cuantos que no conozco, pero hay algo muy bueno en ir a una librería (física o virtual) a buscar libros de autores uruguayos. Es algo que, inexplicablemente, me alegra profundamente.

Lamento no tener nada para discrepar y seguir la polémica. Ya tendremos ocasión. :-)

Javier Couto dijo...

Yo no soy nadie y no viene al caso ahora, pero lo que decís es cierto en cuanto a la diversidad. No pude leer a todos los autores "jóvenes" uruguayos que quiero leer. Todavía. Y estoy totalmente de acuerdo con que es bueno leerlos. Y más que bueno, se me ocurre un gesto mucho más sano y prometedor que el de golpearse el pecho cuando juega la celeste o poner el grito en el cielo cuando Sarkozy trata estúpidamente a Uruguay de paraíso fiscal (de paso, aquí tuvo cero difusión, yo me enteré por mails de amigos). Y mirá que vivo el fútbol con pasión, no va por ahí la cosa. Formulado de otra manera, recuerdo unas notas viejas sobre Restuccia:

Creo que ambos -Restuccia e Inverso- pertenecen a ciertas manifestaciones que Uruguay se empeña en ignorar y que, sin embargo, serían aplaudidas a cuatro manos en tantos otros países. Un país así de mezquino con sus artistas originales está condenado a la repetición y al tedio.