
Este cuento parabólico, Gainsbourg dixit, es una crítica al arte contemporáneo. Mirando una entrevista que le hizo Bernard Pivot, me agradó enterarme del escepticismo de Gainsbourg ante un arte que para ser entendido necesita valerse de un gran discurso adicional. Comparto. Incluso esa frivolidad que permite que el arte cotice en bolsa. Innoble.
Evguénie Sokolov tiene un problema: no puede contener sus demasiado frecuentes y violentas flatulencias. Pero el aprendiz de pintor logra sublimar lo que podría ser una discapacidad y, aprovechando sus poderosas emanaciones, consigue pintar cuadros que rápidamente crítica y público aplauden a mil manos.
Decir que Gainsbourg es un genio no es agregar nada nuevo. Se sabe hasta dónde fue provocador. Lo que me mueve a admiración es el momento de su vida (famoso, rico, ya parte del panteón musical y todavía vivo) en que decide escribir este libro.
Dividiría la historia en tres partes. (No sigue ningún spoiler). La primera, sumamente poética, que presenta el problema y la primera solución, con sus resultados. La segunda, científica, donde Sokolov estudia diferentes artículos científicos para comprender y mejor dominar su don. La tercera, sencillamente escatológica, que termina en lo esperable, salvo una vuelta de tuerca que me sorprendió y me hizo reír bastante.
No dejo de pensar en el vínculo entre el músico y el escritor, es decir en qué medida lo literario se ve moldeado por lo musical. Pienso en Morrison, por ejemplo. O en las fábulas materialistas de Zitarrosa. Y ahora este libro de Gainsbourg, donde página tras página se puede comprobar hasta qué punto el gran Lucien Ginzburg tenía un don para la ironía eufónica y el buen gusto.
– o O o –
31 comentarios:
Qué jugador Sokolov y no lo ponen, eh.
No sabés cómo corre. Va como p...
Y sí, es difícil evitar el chiste fácil. Incluso cuando lo entrevistaban a Gainsbourg, periodistas serios le decían cosas como "uno teme que este libro suyo sea puro viento".
Jejeje, sí... "algo huele mal en la obra de este autor", habrán arriesgado otros.
Sin duda. Sin olvidar el comentario de algún audaz: ¡qué pintor explosivo!
"Ojalá esas manchas sean pintura", se escuchó decir a otro.
"¡Pero esos trazos están frescos!", le respondió el amigo, estirando el dedo como para tocar el cuadro.
"Yo para mí de que esto es puntualmente mierda", comentó un periodista deportivo que por allí pasaba.
"Yo para mí de que esto es puntualmente mierda", comentó un periodista deportivo que por allí pasaba.
"Yo para mí de que esto es puntualmente mierda", comentó un periodista deportivo que por allí pasaba.
Bueno, le salió el comentario en ráfaga, a lo Sokolov, digamos.
Tal cual. Ya no tiene mucho sentido que diga que el coprofílico manifestó: "esta obra es una delicia". Se perdió el hilo conductor. "Se perdió el hilo, conductor" le dijo la modista al chofer del 145, ignorando que dentro del transporte público está prohido el fumar, el salivar, y el hablar con el conductor. No así el pegarle un codazo en el ojo al guarda.
"El coprofílico" es un buen apodo para un suegro viejo mal querido. Todo quedaría en "el copro", claro.
Un codazo en el ojo al guarda, ni limarse el juanete o recitar malamente poesía (una piba el otro día, destrozando poemas, pobre...).
Para mí que el hilo era dental.
Es probable, sí. Fea práctica para instrumentar en el transporte capitalino, si las hay, la de pasarse el hilo usando el travesaño como espejo.
Bueno, hay peores formas de usar un travesaño, joven.
Es posible, sí. Lo que habilitaría un chiste del estilo "no es lo mismo".
No es lo mismo usar el travesaño para pasarse el hilo dental y sacarse la carne de los dientes, que...
Igual quedó un poco largo para que se convierta en un chiste pupular.
Queda largo.. la caterva no aguanta tanto.
Decía la tana, mientras Geoffrey pelaba su hierro 3.
A lo cual la tana tanteaba el tramontina hoja xxl, especial para estos casos.
"Pasame el tramontina así corto la Big Mac", acotó una tal Florencia, mientras los demás la contemplaban, penne en mano.
Desde el público se oyó: "¡Hagamos una parodia del filme de los hermanos Cohen! ¡Filmemos The big Lewinsky!" (y luego, aplausos aprobatorios, mientras Geoffrey se escapaba por la ventana)
Es que al tipo no le gustaban las películas incestuosas, esas en las que los hermanos cohen.
Ah, sí, en las que trabajan tipos como Larry Bird o Michael Jordan, flor de incestuosos.
(Me parece que me estuvieron usando el ordenador, quise publicar un comentario y ya era tarde cuando me di cuenta de que yo no era yo).
Siempre desconfié de los rubios de bigote como el Larry. Ahora que lo pienso, pinta de actor porno vintage no le falta.
Sin duda, todo un Village People. Sumale Jordan y el gran Kareem Abdul Jabbar y estamos prontos para filmar (momento en el que la tana irrumpe en maquillaje).
"No, mija... la película con serpientes se está filmando en el set de al lado", comentó el cowboy.
Esto no es una serpiente, respondió ella sonriendo.
"¿Alguien pidió una vaselina?", preguntó el delivery de la farmacia. "¿Alguien pidió panchos con mostaza?", preguntó el delivery de La Pasiva.
"Tengo el título de la película", dijo el director. "Que no se mezclen los pedidos".
Clap clap clap.
¿Tablas? (todo lo que me surge de ahora en más deriva gravemente...)
Sí, creo que hay que saber retirarse a tiempo. Algo que no supieron hacer varios, entre quienes destacan Luis Alberto Lacalle, el Pato Aguilera, y los productores de la serie Lost.
Al contrario del soldado Abdala, que se reconvirtió, y de Berch Rupenián, que directamente fue en cana (ahora volvió con toda, cuidado).
Los videos de Abdala son peores que la pasta base. La música de Berch también.
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