Hay que saberlo, Yves Bertrand es el Edgar J. Hoover francés. El hombre, oscuro por donde se lo observe, estuvo doce años a cargo de los Renseignements Généraux (RG, Inteligencia General). En este libro, apasionante, Bertrand nos cuenta, como el título lo indica, casi todo. Y de la manera que más le conviene, por supuesto.
Me sigue generando estupefacción leer comentarios, en diarios en línea franceses como Le Monde o Libération, de alguien que se rompe la camisa al grito de mentira, mentira, lo que afirma fulanito (periodista o comentador previo) es pura paranoia, esas cosas no suceden en un estado de derecho, sencillamente no es posible. Estupefacción porque basta leer lo que dicen los jefes o ex jefes como Bertrand o Squarcini para darse cuenta de que esas cosas sí suceden y suceden todos los días.
Jacques Chirac no se pudo sacar de encima a Bertrand durante doce años. Cuando Sarkozy asumió como ministro del interior del gobierno de Raffarin (en 2005), le pidió a Chirac la cabeza de Bertrand porque el enano sabía que el buen hombre estaba involucrado en el affaire Clearstream (affaire que intentó hundir, entre otros, a Sarkozy, haciendo creer que tenía cuentas ocultas en paraísos fiscales). Chirac rechazó el pedido. A la vista de todas las cacerolas que tenía Chirac, la explicación es sencilla, aunque Bertrand no la brinde: el hombre lo tenía agarrado de allí mismo. Si Chirac lo echaba, dejaría filtrar alegremente información en la prensa.
Libro fascinante que permite conocer de primera mano cómo funciona la cabeza de un tipo que es el director durante doce años del servicio de inteligencia interior más importante de Francia.
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