Trío morboso, preocupantemente zoofílico y adolescente, no muy lejano acaso de los días en los que colgábamos de los árboles, pecho al viento, mirada perdida. La prosa de Colette es precisa y por momentos roza la belleza. La manera de hablar de Camille (¿alter ego de?) me resultó extraordinaria.
Historia de época, en la que transgredir era una mujer que fumaba, conducía e insultaba a los taximetristas en un París invariablemente idílico y sucio. Registro minucioso de gestos y conductas sin caer en la taxidermia psicológica masturbatoria, equilibrio que agradeceremos a Colette. Y sin embargo, en algunos diálogos entre Alain y Camille, parejita joven que se casa y la pobre piba no hereda un hijo sino una gata malcriada, el narrador podría haber ahorrado considerable tinta y papel.
Bien lograda la escena en la que el burguesito Alain encuentra apoyo en el personal de servicio, al que escucha a escondidas. El final me decepcionó.
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