El provocador austríaco es un muy buen contador de anécdotas. Un poco al modo de las anécdotas de viaje contadas por Hesse, pero menos ombliguistas. Bernhard nos comenta artículos que leyó en la prensa, la charla que tuvo con un vendedor en el mercado, la historia del peluquero loco que a un duque le hizo pelo, barba y cabeza entera. En todos sus relatos hay proximidad. Cuesta creer, leyéndolo, que fuera tan misógino. A veces deja entrever una moraleja acuosa. A veces razona la historia. Las mejores veces se rinde ante la indiferencia del mundo, que es sordo y es mudo.
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