La novela Noviembre, de Daniel Mella, no es lenta. Es lentísima. No tanto por las descripciones, eternas, plenas de modorra, sino por todo.
Los personajes que se arrastran por esta novela son invariablemente hipervigilantes y detallistas hasta el aburrimiento. Así, uno de ellos, en un momento importante decide (el narrador decide) que resulta de interés comentar que:
se fija en las manchas de aceite en la calle: un diseño de viejo y nuevo, seco y húmedo, claro y oscuro donde Javier solía estacionar la camioneta.
Y de inmediato, una de esas explicaciones que requieren sacar la calculadora y encomendarse a Pitágoras:
Por suerte el narrador nos evita incomodarnos con la pregunta del millón: si la altura del portoncito es h, ¿cuántos metros cuadrados mide el jardín?
ingresa al jardín por el portoncito colocado en el vértice, de la misma altura que el muro que corre por las aristas delimitando el terreno de la vereda.
Por suerte el narrador nos evita incomodarnos con la pregunta del millón: si la altura del portoncito es h, ¿cuántos metros cuadrados mide el jardín?
Leo en Culturales de El País que Mella ha publicado una segunda versión de su novela. Promete 30 páginas menos, aunque la edición de Alfaguara tiene 244 páginas y la reedición en Irrupciones 112, con dos cuentos incluidos (¿por si acaso?). Desde ya nos vamos preparando a base de sudokus y geniol para ser dignos de su lectura.
– o O o –
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