Ulysses. James Joyce

James JoyceCada página del Ulysses, en traducción de José Salas Subirat, ha valido el esfuerzo. Si bien apenas comenzado, haber recorrido de un tirón –y superado– las primeras cuarenta páginas, las que, en novela, suelen anunciar mi himno de retirada, promete buen puerto. Tras lectura cautelosa, privada de adjetivos, acaso ingrata, celebré la genialidad de Joyce cuando en la página vigesimosegunda afirma, admirablemente, que «el pensamiento es el pensamiento del pensamiento.» Recordé que, escasos lustros más tarde, Kurt Gödel concebiría artilugios similares en sus teoremas de incompletitud, con resultados fundamentales para la ciencia.

El prólogo a esta edición, ejecutado por Jacques Mercanton, agrega sombra a la ya oscura obra: en su aplicada tarea de orfebre existe, tal vez, un rasgo de ingenuidad: frente al Ulysses todo prefacio es, como en el caso de la Biblia y otras summas, indigno de la obra.

Sin saberlo y –esto es seguro– sin que en algo lo perturbe, Joyce me ha obligado a repasar la Historia del pueblo irlandés (If you had the luck of the Irish...), releer a los clásicos, desempolvar los tratados de Vicente Cicalese, recurrir a enciclopedias con frecuencias vergonzosas. El vocabulario, extenso, no ha traído rémoras sino afortunados descubrimientos. La marea alta ha llegado, en cambio, con su vasta cartografía de referencias. A riesgo de naufragio, anticipo obligatoria la comprensión cabal del vínculo que Irlanda ha tenido (tiene) con la religión católica romana, gimnasia espiritual a la que Joyce dedica lo más logrado de su sarcasmo.

De lectura por momentos tediosa, la fortuna ha querido aliviar mi fajina con un viaje a Dublín realizado hace pocos meses. Busqué consuelo en otros lectores. En la siguiente revelación de Borges encontré un primer alivio:

«Confieso no haber desbrozado las setecientas páginas que lo integran, confieso haberlo practicado solamente a retazos y sin embargo sé lo que es, con esa aventurera y legítima certidumbre que hay en nosotros, al afirmar nuestro conocimiento de la ciudad, sin adjudicarnos por ello la intimidad de cuantas calles incluye.» (El Ulises de Joyce, Inquisiciones). 

Años después, en la revista Sur, el argentino diría a propósito de su entonces nonato Ireneo Funes que «...lo indiscutible es que es un monstruo. Lo he recordado porque la consecutiva y recta lectura de las 400 mil palabras de Ulises exigiría monstruos análogos.» (Fragmento sobre Joyce, Sur, Febrero, 1941)

Pero Borges no es anglosajón, aunque así lo declame el bardo herido. Honrando paternidades, acierta Faulkner cuando aconseja: «You should approach Joyce's Ulysses as the illiterate Baptist preacher approaches the Old Testament: with faith.» Sea. Sin embargo, sus lectores serán tributarios de añoso preámbulo pues la obra, lo quisiera o no su autor, se situará siempre más allá del círculo de los ignaros.

Poco importa –así lo creo al menos– si un libro ha sido felicidad de imprentas o amigo del impreciso comercio de la crítica literaria. Poco importa, además, si en su entusiasta haber se computan lectores que no tuvo: adivino que en los ilustrados salones sólo cabe negar la derrota que supone su lectura; adentrarme en sus páginas me ha facilitado la elucidación del motivo: Joyce obliga a la humildad, virtud tan postergada en los altos cenáculos.

Leeré el resto del libro recordando una frase de Unamuno (Cómo se hace una novela): «Todo lector que leyendo una novela se preocupa de saber cómo acabarán los personajes de ella sin preocuparse de saber cómo acabará él, no merece que se satisfaga su curiosidad.» Mientras, quiero clausurar estos grumosos párrafos con una cita del Borges de Inquisiciones (op. cit.) a unas palabras que Lope de Vega expresara en relación a Góngora:

Sea lo que fuere, yo he de estimar y amar el divino ingenio deste Cavallero, tomando del lo que entendiere con humildad y admirando con veneración lo que no alcanzara a entender.

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Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

2 comentarios:

e. r. dijo...

A la larga, las lecturas del Ulises terminan así (por lo de goedel que citabas):

http://barcoborracho1871.blogspot.com.ar/2010/01/quark-joyceano.html

Javier Couto dijo...

Mirá, no tenía ni idea. No es la primera vez que me sucede descubrir algo que está relacionado con Joyce. Curiosa manera de influenciar, ¿no?