No me gusta como escritor. Bastante menos como ensayista o presunto filósofo. Respeto, sin embargo, su integridad política y humana, su sentido del compromiso, aunque a veces huela un ansia de figurar, un políticamente correcto.
En septiembre de 1999, compartí la lectura de El túnel con el descubrimiento del metro, en París. Por mera coyuntura sentimental, supe comulgar con la alienación de su personaje principal. Tengo un buen recuerdo de sus páginas, pero a su culminación siguió el alivio. Los dos últimos libros que leí de Sabato son Antes del fin y El escritor y sus fantasmas. El primero me pareció digno de abominación, por arrogante y patético. El segundo, terminado hace algo más de un mes, un inclasificable, calificación debida más al tiempo que me supondría ahora encontrar un buen adjetivo que a una hipérbole oculta y festejable.
Hace algunos años, indefenso, comencé la lectura de Sobre héroes y tumbas. En un cuaderno, a modo de ficha, anoté: “Oh là ! no sabría bien qué decir. Barato y cursi por momentos. Interesante en otras ocasiones.” Su lectura me regaló un adjetivo: sarmentoso, empleado para describir una mano. Pasada la página doscientos, el libro cayó de mis no sarmentosas manos, y como un caído regresó a la biblioteca del Instituto Cervantes.
Sobre la relación de Sabato y Borges me enteré leyendo el libro de Orlando Barone, titulado Diálogos: Borges/Sábato. No suelo formar filas en el clan de los arrepentidos, pero no consigo perdonarme haber demorado tanto en comprar la biografía de Borges escrita a escondidas por Bioy durante años.
En septiembre de 1999, compartí la lectura de El túnel con el descubrimiento del metro, en París. Por mera coyuntura sentimental, supe comulgar con la alienación de su personaje principal. Tengo un buen recuerdo de sus páginas, pero a su culminación siguió el alivio. Los dos últimos libros que leí de Sabato son Antes del fin y El escritor y sus fantasmas. El primero me pareció digno de abominación, por arrogante y patético. El segundo, terminado hace algo más de un mes, un inclasificable, calificación debida más al tiempo que me supondría ahora encontrar un buen adjetivo que a una hipérbole oculta y festejable.
Hace algunos años, indefenso, comencé la lectura de Sobre héroes y tumbas. En un cuaderno, a modo de ficha, anoté: “Oh là ! no sabría bien qué decir. Barato y cursi por momentos. Interesante en otras ocasiones.” Su lectura me regaló un adjetivo: sarmentoso, empleado para describir una mano. Pasada la página doscientos, el libro cayó de mis no sarmentosas manos, y como un caído regresó a la biblioteca del Instituto Cervantes.
Sobre la relación de Sabato y Borges me enteré leyendo el libro de Orlando Barone, titulado Diálogos: Borges/Sábato. No suelo formar filas en el clan de los arrepentidos, pero no consigo perdonarme haber demorado tanto en comprar la biografía de Borges escrita a escondidas por Bioy durante años.
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