Si bien el estilo es forzadamente literario –horror, horror–, me sorprendió mucho que el relato estuviera basado en hechos reales. En efecto, en 1931 se realizó la Exposición Colonial en el Bois de Vincennes, pegadito a París. Curiosamente, días antes de la inauguración, se murieron unos cocodrilos en esta abominable muestra de tolderías que presentaba a indígenas, legado colonialista, como frutos bien lustrados. La historia se centra en una tribu de canacos (Nueva Caledonia), imbécilmente presumidos (y obligados a parecer) caníbales, que son canjeados por cocodrilos al circo Höffner, sito en Francfort-sur-le-Main. La historia traza paralelismos entre esa experiencia y los movimientos independentistas que medio siglo más tarde se levantarían en Nueva Caledonia.
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